OPTIMUS PRIMAL
Hoy he dado una verdadera clase. No se sorprendan: llevo años cobrando como profesor, pero apenas he ejercido como tal. Normalmente mi trabajo se limita al pastoreo, a evitar que el rebaño ciego que constituye nuestra sobreprotegida adolescencia salga del corral de los Institutos (públicos) y deambule libremente por las calles. Es la verdad, no me duelen prendas al decirlo.
Pero hoy, como decía, he logrado después de muchísimo tiempo volver a la esencia de mi profesión. Estoy contento, no lo niego, y hasta el lugar en que trabajo se me ha aparecido al fin bajo una sombra nueva de esperanza. Quizá, sólo quizá, no todo está perdido.
Bueno es saberlo.
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