RAGE AGAINST THE MACHINE
La que se está liando (mejor dicho: ya se ha liado) en París, Francia. Lo cierto es que tengo sentimientos encontrados al respecto. Por un lado, el corazón me dice que esto tenía que ocurrir tarde o temprano: los seres humanos, sin detrimento de su raza o credo, no pueden aguantar toda una eternidad de hacinamiento y desprecio dentro de una sociedad que, en el mejor de los casos, pasa absolutamente de ellos. Por el otro, me pongo en la piel de todos esos padres de familia, de toda esa clase media que está sufriendo los estragos y los toques de queda desde hace ya casi dos semanas.
¿Es justo?
Pues va a ser que no, mireusté. Esto sí que es un problema gordo, y no el puñetero estatut de los cojones. Quizá los europeos no fuimos lo bastante listos para verle las muelas al lobo cuando empezó a aullar tras las vallas de Melilla. África está empezando a enseñar las garras, y los políticos se ven en una situación bastante jodida, sea cual sea su orientación política. Es lo malo de haber aceptado la asquerosa filosofía de lo políticamente correcto, porque, vamos a dejarnos de tonterías, hay situaciones en las que hay que actuar primero y preguntar después.
Lo verdaderamente diabólico de todo esto, lo que me pone los vellos como escarpias del canguelo que me entra, es que estamos en una situación socioeconómica, a nivel mundial, que es un caldo de cultivo perfecto para que se desarrollen sanos y fuertes los virus de la ultraderecha. Estos tiempos, sólo hay que echar la vista atrás, son los idóneos para que cualquer dictadorzuelo de tres al cuarto, imbuído en el espíritu del buen rollo colega, tome las riendas y acabe con todas las libertades de las que gozamos. Quizá en cierta medida sea culpa nuestra, que no sabemos respetarlas y defenderlas.
¿Que soy un paranoico? Puede ser. Pero acuérdense de estas líneas dentro de unos años. O de unos meses.
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