Blogia
El Mundo de Juaki

Fantástico

Código 46

Código 46

Ayer le eché el ojo (y el guante) a una película llamada Código 46, una de ésas que pasan sin pena ni gloria por los videocluses y que, por supuesto, ni siquiera parecen ser dignas de ser estrenadas en los cines.

Craso error el de los distribuidores, sólo comprensible por los parámetros de estos tiempos metacapitalistas en los que nos ha tocado vivir.

Porque el film es una gozada, de principio a fin. Es una historia de amor dura, sin concesiones, enmarcada en un futuro next minute lleno de extraños comportamientos, esquemas sociales desaliñados y aparatejos de ultimísima generación que, sin embargo, ni siquiera la hacen caer en el terreno del cyberpunk. Tiene detalles de ambientación muy cuidados (como corresponde a la fama del cine inglés frente al norteamericano), como el hecho de que, durante todo el metraje, los personajes hablen una especie de panlingua que mezcla sin orden ni concierto todos los idiomas que tienen algún peso en la economía mundial. Dibuja con trazos breves pero muy estudiados la psicología de los caracteres atormentados que desfilan por el metraje, tipos y tipas que se encuentran perdidos en un mundo que les ha adelantado y que parecen no comprender demasiado bien.

Una película pausada, intimista, con una banda sonora mínima (que evoca con nostalgia los éxitos de los ochenta, para los personajes tan lejanos como las Big Bands de Miller para nosotros). Que nadie espere sobresaltos o engañifas que tan al uso están en el último cine de ciencia ficción: la historia se desarrolla como aceite sobre agua, atrapándote de una manera lenta y deliciosa.

Muy recomendable, sobre todo para los paladares exquisitos.

El sabor del oro entre los dientes

(A Juan Antonio Revuelta, mi hermano, que entiende las palabras de Crom...)

Mañana me voy. Las bestias aullarán por mi partida, en las tabernas oscuras de los pueblos masacrados correrá la cerveza junto a mi nombre. Parto hacia las altas tierras del norte,
(Cimmeria, Hiboria, la Cripta del Destino)
desde las marismas del sur del mundo, donde la canícula aprieta y los hombres taciturnos campan a sus anchas.

Mañana me voy. Vista al frente, orillando los caminos en busca de una estrella que me guíe. Desnudo, sin armas, buscando la razón y la experiencia para enorgullecerme de haber vivido. Atrás quedarán la familia que no tuve  y los compañeros que perdí, al cuidado del fuerte del pasado, oteando sin descanso el horizonte en busca de un enemigo.

Mañana me voy, con el regusto amargo de las lágrimas bordeando mis labios resecos, tras hundir las raíces del silencio en grietas ardientes de desiertos olvidados. Escupiré palabras al viento, esperando recuperarlas algún día. Mientras, los buitres me escoltarán hasta las tumbas polvorientas de los guerreros olvidados por la Historia.

Mañana me voy. No os apenéis: me espera el batir de los tambores, tras las cordilleras de los montes empapados de sangre inocente. El beso de mi amada me reconfortará mientras me envuelve el descarnado filo de los vientos del páramo, más allá del Río Negro; las almas errabundas acariciarán mis cabellos cenicientos.

Mañana me voy. Quedad en paz.

He visto la Luz

Hoy me retiro de toda esta tontería de la ciencia ficción y la fantasía. He tenido una revelación; lo he visto claro. Ahora sé que he perdido mi vida entera buceando en textos indecorosos y gilipollescos, abrumado por historias de un futuro que nunca llegará a nosotros. A veces la rebeldía adolescente nos pasa factura, sobre todo a los que nos quedamos encasquillados en ella, agarrados al clavo ardiente de la transgresión.

La Luz me ha dicho que debo ser Poeta, con una P mayúscula bien grande y ostentosa.

Ahora disfrutaré de los atardeceres sabiendo que esa mezcla de colores de la bóveda celeste responde al nombre de rosicler (un galicismo la mar de culto que había pasado de largo ante mi entendimiento); que los pájaros arrullan la aurora con su canto y que las oscuras golondrinas tienden nidos bajo balcones desvencijados por el paso del tiempo; que las muchachas florecen (en lugar de alcanzar la pubertad), y que las auroras boreales son espectros de otros días (y no fotones alterados por el campo magnético terrestre). Sí, seré Poeta, de rima fácil para poder llegar a todos los públicos sin esforzarme demasiado, que el verso blanco, o libre, huele demasiado a imaginación desbordante.

Quizá haga alguna incursión en la novela costumbrista, y esboce el patetismo que nos acosa sin abrigo de subterfugios desnivelados. Retrataré la vida de mi vecina (cincuenta páginas para describir su salón, creo que serán suficientes), punto por punto, cuidando el detalle de sus cabellos canos, ondulados cual olas grises en un amanecer tormentoso; relataré las vicisitudes de su existencia: marido borracho, hijos descastados, nietos ululantes, compromiso social con todo aquello que es políticamente correcto. Pincelaré la vida en viñetas coloristas, fácilmente reconocible por los lectores, para que no tengan que pensar más que lo estrictamente necesario. Tendré éxtio, conozco algo el oficio de juntar letras.

Luego vuelta a los Poemas, después de embolsarme algún premio realmente importante y sustancioso, de esos que te aseguran un puesto de honor en algún programa de televisión sesudo y elitista. Dragó me contará entre sus amigos.

Lo siento por todos los que acudís en busca de mundos irreales. La fantasía ha muerto para mí. Ahora ya soy maduro. Ahora ya soy un Hombre.

He dicho adiós a la inocencia.

Haikus para el siglo XXI

 I

Cierran la noche
oscuros nubarrones;
traen el silencio.

II

Nanocódigos
vigilan mis creencias,
no mis lágrimas.

III

Un alma viene,
desciende de las alturas.
Habrá tormenta.

IV

El mar alienta
deseos de fugas vanas
hacia la espuma.

 

ESPERANDO LA MAREA

ESPERANDO LA MAREA

Esta es la portada de mi primera novela publicada: Esperando la Marea. Por fin, llegó el momento que tanto he estado esperando. Toda una vida soñando y el deseo, contra pronóstico de mi natural pesimismo, se ha visto cumplido. He conseguido que me publiquen un libro. Aún no la tengo en mis manos, aún no he pasado los dedos por su superficie, aún se me aparece como un simple fantasma digital que reside en los tenebrosos vericuetos del disco duro de mi ordenador.

Pero no es así.

Ya está en las tiendas, aunque no sé en cuáles. Sé que todavía tardará un poco en llegar hasta aquí, porque las distribuidoras empiezan por donde tienen que empezar, pero, bueno, no me importa esperar un poco.

Sólo agradecer a Rafa Marín que escribiera el prólogo a pesar de no tener tiempo ni para mirarse al espejo; a mis padres por ayudarme a ser un lector compulsivo; a mis hermanos y amigos por soportarme (y animarme a seguir imaginando imposibles); y, sobre todo, a mi mujer, Susana, porque es el motor de todos mis universos. Que son muchos.

Ahora sólo me queda esperar el veredicto del jurado. Los lectores tienen la palabra.

WHAT IF

 Dicen que la Ciencia Ficción ha muerto, que ahora tenemos otras cosas más importantes en las que pensar (¿y esto es nuevo?), que somos unos descreídos, que la infancia se agosta entre pleisteichons, gueimboises, y móviles, que… Vamos, que no tenemos tiempo para soñar con el futuro porque, de pronto, nos  hemos encontrado con que ya estamos viviendo en él.

     Pues vaya, con lo que nos ha costado a los españoles empezar a despegar desde el subsuelo del género y resulta que las pistas de aterrizaje se están desmoronando bajo nuestros pies.

     Así que, miren, a mí me importa un pito toda esta cuestión. Lo cierto es que he llegado a los cuarenta con la capacidad de sorpresa relativamente intacta, que disfruto como un cochino imaginando cómo, cuándo, por qué, de qué manera vivirán y actuarán las gentes de los años venideros, que todavía se me ponen los pelos como escarpias cuando releo, por poner un ejemplo, “Cita con Rama”, que… ¿Qué de qué? Eso dicen en mi tierra.

     Lo que viene a significar, poco más o menos, que el aburrimiento y la autocomplacencia son la madre de todos los vicios, sobre todo del de criticar.

Alicia acosada

Andao investigando la vida de Charles Dodgson (más conocido como Lewis Carroll) y la verdadera Alicia de sus historias (de apellido Liddell), todo para mi próxima novela. Me estoy encontrando con un mundo de sombras y toruras interiores, un universo oscuro que te hacen ver desde otra perspectiva ese cuento infantil y universal que nos ha acompañado a lo largo del último siglo.