Los pastores y el rebaño
La verdad es que me encantaría seguir creyendo en la Navidad. Se los juro por Snoopy e incluso por el logo de mi móvil. Echo de menos aquellos días en que podía percibir con toda claridad que la gente era más amable, que la atmósfera olía mejor, que los rostros de las personas que me rodeaban (empezando por las de mis allegados más directos) resplandecían con una luz distinta a la del resto del año. Era otra cosa, joder. Eran películas en blanco y negro en televisores enormes (Qué Bello es Vivir puede ser la única que nos quede hoy en día), mazapanes gordotes, turrones como ladrillos que sabían a gloria; la ilusión de que tres extraños tipos que llegaban desde la quinta puñeta siguiendo una estrella invisible se colarían en tu casa con místicas artes para dejarte juguetes que, mark this, en la mayoría de los casos ni siquiera habías pedido.
Ahora todo eso se ha perdido. Y me temo que para siempre.
No es que yo me queje, pero me toca un poco las pelotas que nos den vacaciones y se monten un amago de fiestas de buen rollo simplemente para ordeñarnos. Para soltar la mosca cualquier momento del año es bueno, no hacía falta mancillar (yo diría que violar despiadadamente) el espíritu de unas fiestas que, como poco, todos atesorábamos en nuestras almas con un mínimo de felicidad e ilusión; al menos, en la mayoría de los casos. Ahora nos han reducido a ganado que, de forma obediente, hace lo que dicen los bancos y grandes almacenes... perdón, quise decir los pastores. Tenemos que comprar, es obligatorio, arruinarnos aún más sin que haya una necesidad real de ello, y, en el caso de nuestro país, pasar por la piedra del doble regalo por habernos tragado la bola de rendir culto a ese bastardo gordinflón y vestido de rojo (cuya imagen, nos nos engañemos, se la debemos a una publicidad de Coca-Cola, y no a la tradición secular) que nos han impuesto desde las alturas.
En fin, que así están las cosas. Si ustedes viven la Navidad, y se lo creen, pues no queda sino felicitarles. Si, como yo, creen que todo esto no es más que un circo muy bein montado, pues... resignación, hermanos y hermanas, resignación. Tampoco es plan de ponerse pesados y amargarles la vida a los que nos rodean.
Ea, Feliz Carnaval y Próspero Trofeo Carranza.
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