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El Mundo de Juaki

Glitches

La técnica es lo que tiene: acabamos siendo tan dependientes de sus milagros que, cuando nos vemos desprovistos de ellos, no valemos absolutamente para nada. Así he estado yo durante unos días. Vagando por mi despacho, observando los lomos de los libros en los que no reparaba desde hacía años. Sin ordenador, desconectado del mundo mundial por un quítame allá ese módem cable…

Tampoco es para tanto, la verdad.

Como tantas otras cosas en esta vida, uno aprende, citando a Chiang, que, efectivamente, el infierno es la ausencia de dios. Somos demasiado dependientes, en todo, y tengo para mí que estamos perdiéndole el gusto a esas pequeñas cosas sin sentido que se realizan sin ayuda de ningún aparatejo de mierda.

Dormir, vivir, tal vez soñar…

Broke Blues

Esto ya se pasa de castaño oscuro, de verdad. Es que a mí no me salen las cuentas, por mucho que pienso y repienso en ello. Dicen por todas partes que las familias españolas están endeudadas hasta la barriga, que como a los bancos (los grandes, los que llevan el cotarro) les dé por subir los tipos de interés aquí se va a armar la de dios es cristo, que es que el país no puede suportar la presión consumista salvaje a la que estamos sometidos desde todos los frentes, que... Qué asco de vida, por Crom.

Yo lo flipo por colores, supongo que exactamente igual que la mayoría de ustedes. Sobre todo porque, claro, la culpa la tenemos nosotros que somos una panda de manirrotos despendolados que ni sabe ahorrar ni ná de ná... Estaría bueno, vamos. El hecho de que la mayoría de los sueldos (eximiendo a la clase política, of course) estén congelados desde ya ni sabe cuándo, la circunstacia de que desde la entrada del euro de los cojones toooooodo haya subido un mínimo de un setenta por ciento con respecto a su precio en pesetas, la coyuntura de que hay que vender a los hijos para tener un techo bajo el que vivir, ¿eso? Eso no es importante.

Yo no tengo un duro, ni creo que lo vaya a tener nunca, pero, la verdad, tampoco tengo tendencia a jugar al juego de los préstamos. Voy al cine un par de veces al año, compro dos o tres libros cuando cobro alguna de las extraordinarias, y salgo sólo cuando hay algo que merezca la pena celebrar. Vivo en plan monacal, lo sé, y seguramente mis hijos me lo reprocharán tarde o temprano (son producto de la sociedad en la que les ha tocado vivir, igual que yo lo soy de la mía). No me importa. Soy feliz con lo que tengo, y lo material es tan efímero como el humo del cigarrillo que me estoy fumando en estos momentos. Sólo rezo a Crom para que un dia no tenga que entrar en un banco con la cabeza gacha y bajándome los pantalones porque haya sucedido algo que no he sabido (o no he podido) anticipar.

Pero, bueno, supongo que esto ustedes ya lo habrán pensado por su cuenta.

Totally Spies

Hace poco nuestro gobierno aprobó una ley por la que permite que cualquier agente (ciberagente, más bien) pueda rastrear los movimientos de comunicaciones de cualquier usuario de Internet sin orden judicial alguna, es decir, sin que siquiera haya sospecha de delito.

Muy fuerte, como diría aquél.

Yo, que fui votante del susodicho gobierno, me opongo frontalmente a tal medida. Porque, verán, rastrear los flujos de datos es como estudiar la basura. A través de ellos pueden deducir tus gustos personales, tu orientación política, tus anhelos profesionales, tu situación económica… Absolutamente todo lo que eres o lo que querrías llegar a ser. Y a mí, llámenme paranoico si lo desean, esto empieza a recordarme de manera sospechosa a la dictadura de izquierdas del ‘1984’ de Orwell.

Rectificar es de sabios, pero tengo para mí que estos chavales supuestamente socialistas están más perdidos que el barco del arroz, acercándose demasiado al lado oscuro de la Fuerza. Por si acaso, no sigan entrando aquí, no vaya a ser que les acusen de revolucionarios de medio pelo. Que todo podría ser, oigan.

Estado de Pánico

Durante estas vacaciones de verano he tenido la suerte de leerme la última novela de Michael Crichton en versión original, que pa eso me he comprado una PDA la mar de chula con el Acrobat Reader que me está permitiendo devorar literatura en inglés a todo trapo (vía Mula, no voy a negarlo). El título del libro es “State of Fear”, y yo lo titularía “Estado de Pánico”, aunque no sé a estas alturas por qué denominación se decantará la editorial española que tenga los derechos.

Vayamos por partes.

Creo que no es una novela, pero sí es un buen libro. Es, si no les molesta una nueva división literaria, un “ensayo novelado” sobre un tema muy candente: el (supuesto) cambio climático y el uso que de él hacen los poderes político-económicos de los EEUU para llenar las arcas de los de siempre. Una denuncia, en todo caso, de esa fauna ecoarribista que se apunta al carro del medio ambiente simplemente porque es chuli, chachi, mola, y resulta la mar de progre e intelectual. Yo siempre he sido muy crítico con estos temas, para qué voy a negarlo, y he procurado creerme de la misa la mitad, hasta el punto de ser llamado facha, intransigente, y hasta imbécil por cuestionarme ciertos postulados ecologistas o, sencillamente, matizarlos en su justa medida. Tiene cojones la cosa. Creo que una línea de pensamiento deja de interesarme y de volverse potencialmente peligrosa cuando te acusan de fascista por no compartir sus opiniones. En fin, la eterna paradoja del ser humano.

No quiero decir con esto que no me preocupe la salud del planeta, ni que piense que todos los verdes son unos chalados de medio pelo. No, ni mucho menos, es sólo que, por citar a Tolkien, no es oro todo lo que reluce, ni toda la gente errante anda perdida. En este sentido, la novela de Crichton estaba predicando a un converso.

Lo bueno del libro, es que apoya todas sus afirmaciones con bibliografía y datos reales que son fácilmente comprobables en Internet, cosas que yo sospechaba pero que nunca he tenido ni tiempo ni ganas de investigar, para qué voy a engañarles. Es uno de esos escritos que, a poco que consigas dejar a un lado el estilo facilón, las tramas previsibles y los personajes de cartoné, y logres centrarte sólo en las muchas ideas importantes que brotan prácticamente de cada una de sus páginas, te deja mortalmente tocado. Los velos caen, las verdades se vuelven claras, y, de repente, sientes que, en efecto, en más de un sentido llevan años jugando contigo.

Todos son juegos de poder y de multinacionales. Todos sabemos, por ejemplo, que el tratamiento para el SIDA es ridículamente barato en países como Noruega, con una alta renta per capita, frente a los altos precios que las naciones africanas, las que verdaderamente lo necesitan, tienen que pagar por los mismos medicamentos. Pero lo que yo no sabía era el altísimo coste de vidas humanas, decenas de miles, que derivó de la abolición del DDT, el único insecticida que las comunidades del Tercer Mundo podían permitirse. Se perdieron cosechas fundamentales para su existencia, miles de niños muertos por los mosquitos portadores de la malaria (y otras enfermedades peores)… todo para descubrir que de cancerígeno nada de nada, inocuo totalmente. Pero, claro, el Primer Mundo puede permitirse los Baygones y los Raids a 4 ó 5 leuros el bote, el doble de lo que una familia media del cono sur africano gana al mes.

No voy a reventarles el libro, no se preocupen, como muestra bien vale un botón. Sólo apuntar que, aun pecando de paranoico, sí que creo que a los grandes poderes que dirigen el mundo les interesa mantenernos en un constante Estado de Pánico. La población que tiene miedo es una población bovina, acojonada, dispuesta a creer en los gobernantes que les llevan por el buen camino, ansiosa por acogerse a las órdenes que llegan de las alturas… Cuando el peligro no existe, simplemente se crea, o se esboza desde los medios de comunicación que necesitan noticias cruentas a diario para amargarnos el desayuno, el almuerzo, y la cena. Piénsenlo bien, dediquen un minuto a recapacitar en qué pruebas verdaderas tienen de todas esas leyendas urbanas que nos están convirtiendo en un rebaño ciego. Apuesto a que se sentirán mucho mejor al comprobar que, después de todo, el ser humano no tiene un pelo de tonto. Lo único que ocurre es que nos saturan la mente con tanta información que estamos empezando a perder la capacidad de tamizarla convenientemente.

Mientras tanto, disfruten del Estado de Pánico, y manden un SMS a la CNN para que les tenga al día de todas las catástrofes que ocurren en el planeta y del número de muertos que ha dejado el terrorífico huracán Katrina en una región que lleva sufriendo terroríficos huracanes desde que el mundo es mundo.

Sólo que antes no había televisión.

Back Again

Dos meses sin escribir en la bitácora, ufff. Bueno, en realidad, han sido sesenta días durante los que he estado física y anímicamente desconectado del mundo. He pasado el estío en una casa en lo alto de un acantilado de cierto pueblo del sur de España, donde la gente a duras penas sabe lo que es Internet, y en el que los cybercafés (que los hay) son una versión siglo XXI de la Taberna de Flinn. No me quejo. En cierta medida, la experiencia ha servido para encontrarme a mí mismo.

He estado de allí para acá, trabajando en Agosto aunque sea profesor. Pero es que yo soy muy mío para escribir. Necesito una cierta intimidad, un aislamiento, hasta el punto de que suelo hacerlo bien entrada la noche, por lo que apenas duermo tres o cuatro horas durante el curso. Me he acostumbrado.

A lo largo de estos dos meses, sin embargo, no he estado ocioso. Llevo más de la mitad de la que será mi tercera novela, que ha supuesto un giro de ciento ochenta grados respecto a mi estilo anterior. Ahora ando embarcado en un relato que mezcla la historia real con la magia, la fantasía, y el terror, ambientado en un Cádiz oscuro y tenebroso en el que se agazapan monstruos y hechiceros en cada rincón, prestos para crear el caos en el mundo. Me gusta, estoy disfrutando un montón, y espero que mis futuros lectores también lo hagan; sobre todo los que hayan nacido aquí, o conozcan medianamente bien la ciudad. Es un reto, y como tal despierta ecos de aventura en mi mente.

Nada más. Ya volveremos con las paranoias y las reflexiones que nos ayudan a evadirnos de la monótona existencia del invierno. Espero que los pocos que vagabundean por aquí sigan todavía merodeando.

Un saludo para vosotros, juakinautas.

EL CASCO INVISIBLE

Se partió el coco en una glorieta, más que ná porque iba sin casco, y sin cerebro, y sin ninguna prudencia añadida por mucho anuncio que diera por culo en la tele continuamente. Más por culo debían de dar, joé, que ya estaba bien. Quince añitos, recién cumplíos, to la vida por delante, y el futuro se agostó en una noche de marcha ole ole con la banda sonora del reguetón de los cojones adobada por varias rayitas de coca y unas cuantas botellas de güisky barato del carrefú.

Cagontó lo que se mueve.

Yo fui testigo, ya les digo. Una noche de verano, con la brisita marinera haciendo de las suyas entre las faldas de las chiquillas y los pelos engominaos de los chiquillos. Se escuchó un chirrido que ya olía a muerte (como el que hacía el coche de Starsky pero más macabro), un crujir de cristales rotos, un grito que se iba apagando… Y luego una sinfonía adulterada de claxon y pitío de moto y puncha puncha de los artavose tuneao de un Audi comprado a base de mentiras (sin cintas de video)… Porque, al principio, todos los gilipollas que acompañaban al difunto se lo tomaron a guasa, fíjate tú, y entonaron el berrido del circo romano, jaleando, otra vez ole ole, como si partirse la crisma a lomos de un vespino (no sé la marca real: en mis tiempos todas las motos eran vespinos) amarillo fuese una machada de las que hacen época y luego salen en los libros de historia… El berrear de la masa continuó hasta que la mancha de sangre se deslizó hacia delante desde el cuerpo roto del chaval.

Entonces los lloros (no crean, todavía se escucharon un par de vítores apagados: la carne de loquero que deambula ya por nuestra sociedad del bienestar).

Ambulancias, los queus, un par de carros de los nacionales, los picolos… Tarde, chicos, ya es tarde. Una vida menos, una madre destrozada más, un padre maldiciéndose per secula seculorum por haber cedido a los caprichos adolescentes de adquisición de moto. Y un mirar hacia otro lado por parte de las autoridades.

Con lo fácil que sería retirarles el vehículo a todos los que se pillaran sin casco, o ponerles una multa a la altura del euromillón, o… Lo que sea, joé, lo que sea, que a este paso las siguientes generaciones van a tener que reproducirse como los gusanos: quitándose un cachito pa que nazca otro.

Igual es que es mucho trabajo para los políticos, o va a ser que no les pagamos lo suficiente.

Vayausté a sabé.

JESUCRISTO COLEGA

JESUCRISTO COLEGA

Lo confieso: soy una de esas víctimas de los colegios de curas del franquismo tardío. Ver un alzacuellos me provoca urticaria, las misas atacan mi sistema nervioso (o lo atacaban, porque no voy a una desde hace... unos veinte años), y verle el careto al chamán general (el papa con choco) provoca en mí sentimientos enfrentados que van desde el deseo viceral de arrojarle lo primero que tenga a mano, hasta la fase de risa tonta y desternillante cuando me doy cuenta de lo mucho que se parece al Emperador Palpatine.

Manías que le quedan a uno después de vivir una infancia alienada por la presencia omnipresente del pecado. Con decirles que un día, teniendo yo unos doce o trece años, el cura que nos daba religión nos dijo aquello de: "Aquel que sucumbe a los tocamientos impuros pone en peligro la vida de su madre, que arderá en las llamas del infierno por su causa". Ni que decir tiene que todos salimos de clase aquel día corriendo para comprobar que nuestras progenitoras seguían vivitas y coleando... Hombre, con esa edad ya nos la pelábamos más que los monos del Parque Genovés. Pero aún éramos inocentes, y, aunque hacíamos caso omiso de la castidad y todas esas gilipolleces, siempre nos quedaba la duda de que podía ser cierto que había un joputa allá por las nubes dispuesto a joderte la vida (y la de mamá, por lo visto) por un quítame allá esas pajas.

Digo esto porque la divinidad de mi infancia, ya les digo, era un cabrón con barbas al que no se le podían buscar las cosquillas. Fïjense ustedes la que les hizo pasar a los judíos, y eso que eran su pueblo. Era una especie de superhéroe con malas pulgas que lo mismo te separaba un mar que te enviaba lluvias de sapos (una gracia, vamos, qué malaje tenía el tío). Alguien al que más valía no enfrentarse por lo que puediera ocurrir.

Ahora, eso ha cambiado.

Esta mañana he ojeado un libro de religión de 3º de ESO. Ya sabíamos todos que los contenidos de las asignaturas han bajado a límites infinitesimales desde la llegada de la LOGSE y sus posteriores clones malvados, pero es que lo de la enseñanza religiosa ya clama al cielo. Porque es que dios ya ni existe, dios padre quiero decir. Ahora todo se centra en Jesucristo, su hijo bienamado (al que, por cierto, dejó que lo putearán más que a un sargento de marines en manos del vietcong), que se nos presenta así en plan hola-que-hay-chachipiruli-cómo-mola-oshes... De vergüenza. Si yo fuese católico, y mis hijos tuvieran que tragarse esa bazofia (no es el caso, pretendo ser coherente con mis creencias), denunciaría a los mamarrachos autores de semejante basura. Ya puestos, supongo que los católicos deberían preocuparse por el asunto. En caso contrario, les auguro que las próximas imágenes del salvador del mundo podrían tallarse con gorrita de béisbol y canuto en la boca, y los cánticos de las Iglesias teñirse de ritmos hip-hop.

Lo cual no me molesta, por supuesto. Simplemente me hace gracia. Me imagino las oraciones del futuro:

Jesucristo, colega, pégate un milagrito que la cosa está chunga por aquí por el barrio, que'l pringao de Satán no va tené ni que trabajá con sus muertos tó. Olé qué arte tiene'l gachó.

Patético. Yo creo que va siendo hora de cerrar el puesto.

ARMARIOS EMPETADOS

ARMARIOS EMPETADOS

Si es usted gay, y ha salido del armario, pues yo que me alegro y le doy la más sincera de las felicitaciones por haber llegado a la plenitud como ser humano. Si sospecha que lo es, y aún no ha reunido los arrestos suficientes, pues no se lo piense más, amigo o amiga: mande a tomar por culo la sociedad que le rodea y procure ser feliz, que no es usted un virus ni representa una epidemia, mal que le pese a esa legión de legisladores espontáneos que sufrimos en este país.

Verán, la última manifa convocada por las huestes de la España retrograda (supongo que tratando de vestirse el manto del progresismo) ha sido tal cadena de despropósitos que uno no puede más que sonreírse y aceptar de una puta vez que este es un país, efectivamente, de charanga y pandereta, con una clase poítica que insiste en adocenarse en las maniobras de la pista central del Circo Price, y que cree que la masa anónima de votantes son gilipollas cuya única ilusión en la vida es tragarse el "Aquí hay tomate" y dislates semejantes.

Pues va a ser que no, que no engañan a nadie.

Por un lado, no veo yo de dónde se sacan que ellos tengan el derecho de legislar en nombre del estado contra los derechos constitucionales de un grupo de ciudadanos que pagan sus impuestos y contribuyen al bienestar social. Si nos ponemos en este plan, propongo que organicemos manifas contra todos aquellos a los que no les gusta el Carnaval de Cádiz, o contra las personas a las que no les hace gracia el vino de Jerez y prefieren el Valdepeñas, o contra los matrimonios celebrados bajo los cánticos chabacanos de un coro rociero porque represetan contaminación acústica y riesgo de catatonia para los oyentes... Tengo más, pero no habría días en el calendario para realizar concentraciones en plan chorra.

Fue un espectáculo patético y paradójico: desde la presencia de obispos con gorras de béisbol caladas hasta las orejas (quizá para mantener sus rostros ocultos), pasando por la tribu de jóvenes (y niños, por Buda) adoctrinados en la intolerancia, hasta la culminación final en la que cachorros y ancianos entonaban el himno gay por antonomasia: "We are the Champions", compuesto por esa Reina absoluta e indiscutible del Glam-Rock, el tristemente desaparecido Frederick Bulzara, más conocido como Freddie Mercury.

A mí me da que todo se reduce al miedo. Pánico a lo desconocido, a la libertad, a que descubran que muchos de ellos pasan las horas navegando por la red en busca de fotos de bellos efebos agarrándose el pene... Terror ante una sociedad en cambio constante, a perder la hegemonía de la palabra torcida... Al vive y deja vivir.

Qué triste, joder, pero qué triste. Paréceme a mí que este país antes llamado España tiene problemas más graves que preocuparse por la íntima cuestión de quién duerme con quién. Nos comen los enanos, y la oposición se empeña en seguir con su estrategia de acoso y derribo, del todo vale, con tal de demostrar que ellos tenían razón y que los demás estábamos equivocados... Pero comparar sus manifas con aquellas históricas concentraciones en contra de la Guerra de Irak ya es que me parece rayano en lo perverso.

Y todo, ¿por qué? Pues no lo sé, ya me gustaría. Pero me da en la nariz que mucha de esta rabia, de esta inquina, pasa por la oscuridad en la que viven muchos de ellos dentro de sus armarios.

LÁGRIMAS AMARILLAS

LÁGRIMAS AMARILLAS

[Música de fondo: “Me han dicho que el amarillo”, de Los Hermanos Pepperoni]

Y eso que a mí no me gusta el fútbol. Pero soy del Cádiz, hasta la médula, porque no se puede ser de otro equipo cuando has nacido en la Tacita, qué le vamos a hacer. Es como una condena, como un virus que te corre por las venas llenándote la sangre de color dorado…

Ha sido fantástico, majestuoso, los ciento veinte minutos más intensos que he sufrido desde hace mucho, mucho tiempo. Como saben los que de vez en cuando vienen por este rinconcito de la blogosfera, vivo en el exilio, en la Frontera, tan lejos y tan cerca. Hoy, el equipo de mis amores (mal que me pese) se jugaba la gloria en la ciudad que nos odia y nos ama por igual. Tenía miedo, por qué negarlo, miedo por esas criaturas de poco seso (de ambos bandos) que, movidos por el ímpetu salvaje de la juventud, acudían al estadio con la intención de convertir un simple evento deportivo en una carnicería. Llevaba toda la semana soportándolo en silencio, absteniéndome de hacer ningún comentario para que no saltara la chispa y tuviéramos una bronca en serio dentro de las aulas… no, no señor, ya tenemos bastante violencia en los institutos, gracias. No saben ustedes las pasiones que levantaba este partido, no pueden ser conscientes de ello.

Pero ha sido una fiesta, por ambas partes. Todos (exceptuando capullos puntuales) se han portado como señores. El partido acabó, el Cádiz está en Primera (después de trece años), y los jerezanos se levantaron y aplaudieron al campeón, con toda la honestidad que merecía el evento. El corazón saltaba dentro del pecho. Los teléfonos (el fijo, los móviles) comenzaban a sonar. Sólo se oía un glorioso griterío, y gentes que están más lejos que yo (mi hermana, mis amigos, otros familiares) entonaban a voz de grito: ¡ESE CADI: OE!... Friky planet, oigan, y les doy la razón: que no es pa tanto, que sólo es un encuentro de furbo… Pero qué gozada. La televisión mostraba el río amarillo en el que se había convertido la Avenida de Cádiz, esas Puertas de Tierra teñidas de cuerpos mojados luciendo los colores de su equipo… Grande, muy grande.

Como colofón, una visita a la bitácora del maestro Rafael Marín. En ella, este Gran Maestro Jedi de esta parte del Estrecho había hecho gala una vez más de su generosidad y nos había regalado otro cuento minimalista de Torre, en el que esbozaba, con ese costumbrismo socarrón del que sólo él puede hacer gala, el triunfo, la victoria de nuestro equipo… “Entre otras cosas, pensaba en ti”, dijo en uno de los comentarios, “fíjate en la primera palabra del relato”.

Sucohoneahí. Sí, señor, una de mis coletillas impenitentes.

Gracias, Rafa. Gracias, Cádiz C.F. Gracias, Cádiz, la ciudad, por ser como sois, por hacer que la morriña de los que estamos lejos sea un poco más llevadera.

Po sí, he llorado de emoción. Sucohoneahí. ¿O no?

CUENTOS ALFABÉTICOS -- A --

[Música de Fondo: "Jesucristo García", de Extremoduro]

ATENCIÓN DIVERGENTE

Ella andaba por la calle con la donosura típica de las mujeres liberadas, esas que, de verdad, están por encima del bien y del mal. Era como si su cuerpo fuera diciendo: "Esto es lo que hay, compañeros y compañeras, al que no le guste que no mire". Al menos, esa fue la impresión que le dio a Miguel, que se quedó embelesado siguiendo su trayectoria. Casi sintió que sus ojos se quedaban pegados a aquellas curvas peligrosas que se cimbreaban como juncos bajo el envite del frío viento de invierno. Luego Miguel sacudió la cabeza, espantando fantasmas, y siguió a lo suyo, que en aquel momento era atender las demandas de un tipo que quería abrir una cuenta vivienda con tales y cuales intereses.

Su mirada volvió hacia el cliente (bajito, calvo, rezumando mala leche como si Miguel fuese el dueño de aquel banco), pero su mente siguió revoloteando en torno a aquellas caderas, a aquellas columnas marmoréas que se despeñaban hasta el suelo... La visión le dio un impulso diferente a aquel instante atrapado en mitad de una mañana monótona. ¿Qué estaba haciendo allí, perdiéndose el sol de primavera, el canto de los pájaros, la brisa cargada de aromas de flores? Miguel tuvo una revelación. Se levantó de un salto, se aflojó el nudo de la corbata y rodeó la mesa llena de papeles, tirándolos sobre el piso en una lluvia de celulosa. Salió del banco, bao el fuego cruzado de las miradas de sus jefes y las quejas rechinantes del calvo con cara de amargado. Oteó el horizonte a ambos lados, localizó a la chica en su punto de mira y corrió hasta ella. Ella se mostró sorprendida al verle aparecer. Miguel dibujó su mejor sonrisa y dijo:

--¿No serás un ángel que ha venido a salvarme?

Ella se rió a carcajadas, le miró de arriba a abajo, y, tomando su mano, respondió:

--Sí.

EL AMOR CONSIDERADO COMO UNA INTEGRAL INDEFINIDA

[Música de Fondo: "Left Outside Alone", de Anastacia]

QUE EL AMOR PUEDE TENER raíces cuánticas es algo que los científicos ya han comenzado a sospechar. Cualquiera que tenga unos mínimos conocimientos de las corrientes de pensamiento matemático de los últimos tiempos, podrá entrever sin demasiado esfuerzo que las relaciones amatorias humanas, esa chispa misteriosa que hacen que nos atraigan unos y no otros de nuestros congéneres, acabará por ser demostrada aplicando las ecuaciones de la ciencia llamada Caos.

Porque me concederán que todo este asunto de los emparejamientos es francamente caótico, incluso desde el punto de vista de los fundamentos biológicos de la conducta.

Nos dicen que enamorarse no es más que el resultado de un intercambio de feromonas, que es lo mismo que decir que caemos rendidos ante un olor, no ante unos ojos, unas tetas, o una línea de pensamiento afín (mis lectoras pueden colocar aquí sus referencias inversas: yo no me atrevo a intentar dar en la diana de las verdaderas preferencias femeninas). Pues qué bien, nos ha jodido... Tanto cuento, tanto poema, tanta literatura, para al final darnos cuenta de que somos tan animales como el puñetero perro de mi vecino que le huele el culo a las perras para averiguar cuál es la que le mola. Muy bonito, pero que muy bonito. Y lo malo es que es verdad. Yo mismo doy fe del poder hipnótico del olor de una mujer, y es evidente que a ellas les pasa lo mismo, sólo que lo manifiestan más abiertamente, porque los hombres-hombres que pueblan este país antes llamado España nunca reconocerían que caen a los pies de una piel tersa, fresca, que huele a aurora de la mañana, a rocío entre la niebla, a la brisa del mar en las playas del Atlántico... No, aquí son pechos y nalgas los que se llevan la palma. O eso es lo que pretenden vendernos.

Muy bien. Otro mito al garete. Los románticos tendremos que dejar de serlo, y abandonar la idea de atrapar la luna con una red de versos para entregársela a nuestra amada... apartar la guitarra de nuestros dedos encallados, renunciar a la idea de rasgar notas que atraviesen el alma, porque el alma no es más que un corolario de la Ecuación de Schrödinger o del Principio de Incertidumbre de Heisenberg... tendremos que echar a un lado nuestras lágrimas, porque el H2O meclado con ClNa ya no lava la amargura de un sentimiento no correspondido...

La ciencia es buena, pero a veces es una hijadeputa. Habría ciertas cuestiones que sería mejor no investigar, usar el dineral destinado a investigaciones sin sentido para hallar la vacuna contra el SIDA, desterrar el cáncer de la historia humana, o conseguir nanofraguas que alimentasen a todas las criaturas que, en este mismo momento, están muriendo de hambre en el hemisferio sur.

Y que dejasen tranquilo al amor, por dios (que no es más que otro fenómeno cuántico, pero ya hablaré de ello en otra ocasión).

EL CALOR DEL AMOR EN UN BAR

[Música de fondo: "Cocaine", versión de Eric Clapton]

NO ES NADA DIFÍCIL convertir una antiguo tugurio frecuentado por pensionistas en una moderna cafetería de lo más “in”. Como primera medida, se procede a coger a los vejestorios por la parte superior de sus guayaberas y luego se les da una patada en el culo, de manera que aterricen en la acera, donde no molesten mucho. Luego se tiran unos cuantos tabiques, se les pega una mano de pintura de color “modelno” (en tonos pastel, pero de los que hieren la vista), y se colocan estanterías al vuelo llenas de cachivaches sin sentido de esos que nadie saber lo que son en realidad, aunque visten mucho y dan caché. Seguidamente se procede a dar la jubilación anticipada al antiguo equipo de camareros envejecidos y decrépitos, sustituyéndolos por un batallón de chicas muy monas vestidas con un uniforme corto de generoso escote (es recomendable, eso sí, incluir a un par de homosexuales, por aquello de los cupos). Como guinda para el pastel, se contrata a un cocinero de la nouveau cuisine para que confeccione aperitivos intragables pero de indudable contenido estetico. Y ya está, ahora podemos quitar el horroroso cartel de Bar Eusebio, y sustituirlo por otro de neones pálidos que se llame, un ejemplo, DuGaston’s, o Cherie Lulu, o Transvaal Experience.

También hay que hacer una presentación en sociedad, por supuesto. Tendremos que elegir con cuidado los asistentes a la inauguración. Serán preferibles niños bien con polito Chemilacó y niñas monas vestidas de Mango o Cortefiel. Borjamaris, Damianes, Pepemas, Mariajos, Sandras, Nurias... Ya me entienden, pieles tostadas por los rayos UVA, muñecas con tendinitis a causa del Paddle... Pero no se cierren a la presencia de un par de barbudos intelectuales: los de su calaña son grandes aficionados al alcohol, y pueden aumentar sus beneficios sin dar demasiado la lata. No hay ni que decir que el evento estará amenizado por un trío de músicos marginales, con chica delgaducha incluída, que entonarán baladas insoportables pero muy modernas. Se servirá un catering con los delicatessen de su cocina, a base de pequeñas cagarrutas de fuá y vegetales orientales. Las croquetas están prohibidas, y la razón es que parecen provocar ataques de gula en los comensales. Es preferible que los platos queden llenos, por motivos evidentes.

Una vez asegurada la insigne clientela, ¿qué hacemos? La respuesta es obvia: nada, todo seguirá en marcha por sí mismo. Es el momento de retirarnos para atesorar beneficios mientras contribuímos al desarrollo de las futuras generaciones de este país antes llamado España. Ciudadanos limpios, bellos, aseados, y sin criterio. Es lo que necesitan los bancos, ustedes me comprenden, gente que se trague sus bolos con alegría y buen humor, sin protestar, que es un signo inequívoco de mal gusto y pésima educación.

Recuerdos Amargos en Re Menor (Apunte Cómico)

[Música de fondo: "Danzas Polovtsianas del Príncipe Igor", de Borodin, interpretado por el coro de bellas katyuskas rurales del koljós del norte...]

Hoy nieva como si dios estuviera sacudiéndose la caspa de los hombros. Aquí en mi celda solitaria, apenas compartida con otros veinte desgraciados, garabateo mis ideas sobre unos pedazos de papel higiénico usado. Los recuerdos vienen a mí, atropellados, como los golpes de Pyotr y Yevgeny, los guardias armenios que se encargan de mantenernos en calor. Echo de menos tantas cosas, tantas... Pero sobre todas ellas, incluso por encima de mi osito de peluche, la imagen de Natasha se alza sobre todas las demás. Natasha, mi amor, mi delirio, mi perdición... ¿dónde estarás ahora? ¿Yacerás en la cama de algún preboste de las altas esferas de Moscú? ¿Te habrán obligado a satisfacer sus instintos más bajos y rastreros? ¿Quizá seas la esclava sexual de alguna matrona uzbekistana? ¿Acaso habrás acabado en las casas del placer de Murmansk, allá donde Pedro el Grande perdió el gorro..? Natasha, mi pobre Natasha, apartada de mis brazos por el destino cruel. Aún recuerdo cómo introducías tus delicados dedos en mis globos oculares, cómo mordías la punta de mi lengua cuando intentaba besarte, cómo hundías la afilada puntera de tu botín de cabritillo en mi escroto dolorido... Y todo para demostrar tu afecto y tu abnegación.

Natasha, secuestrada por los soldados cosacos allá en nuestro palacete a orillas del Volga, donde vivíamos felices con mis padres y Nicolai, el bello jardinero bieloruso. No teníamos jardín, pero Natasha aducía que sería un verguenza dejar en el paro a un chico tan bien dotado como Nicolai. Así era Natasha, siempre atenta, siempre dispuesta a hacer lo que fuera por los más necesitados... Como aquella tarde, por ejemplo, en que accedí al establo para enjaezar a mi montura y los pillé a ambos desnudos en mitad de la paja. El pobre Nicolai se había quedado sin ropas, tras ser asaltado por unos malévolos bandidos ucranianos, y ella, ni corta ni perezosa, se había despojado de las suyas para cubrir su musculoso cuerpo antes de que pillase un resfriado.

Natasha... ¿Cuánto dolor puede sufrir un hombre? Aquí en el gulag, apartado de la corte y de la francachela de la alta sociedad, sin saber si vives o mueres, mi alma se angustia cada segundo. Mis compañeros de celda, mientras hacen cola para abusar de mí, tratan de consolarme con animosos golpes en las corvas, o con pellizcos de comprensión en las orejas.

El papel higiénico se acaba, entre mancha y mancha de dudosa procedencia. Tendré que esperar al próximo caso de disenteria para poder seguir con estas memorias. No tengo prisa; aquí el tiempo casi no tiene sentido.

Pues va a ser que no...

Pues va a ser que no...

[Banda sonora: "Californication", de los Red Hot Chili Peppers]

Que no, que ya tendríamos que haberlo sospechado: la aldea de irreductibles galos resiste ahora y siempre al invasor, y al que no le guste que no mire. Han dicho que no, sugiriéndoles a los padres de la criatura que se metan la tan cacareada Constitución Europea donde les quepa... a estas alturas hay un millar de lugares en los que hacerlo, vista la cantidad de grietas que y agujeros que parece tener el invento.

Quizá esta noticia le deje frío, estimado lector, y no le culparé por ello. Nosotros ya votamos, sí, pero no con el nivel de participación (ni de implicación) de nuestros vecinos de arriba. Qué va, ni mucho menos. Nosotros refrendamos la cosa pues porque así somos los españoles: mi me da iguá; totá pa qué; yo meté meto lo que sea, aunque sea en una urna... [coloquen aquí el exabrupto que mejor les parezca: todos vienen a tener una temática parecida].

Total, que a empezar de nuevo. Pues bueno, pues fale, pues me alegro. Ahora les toca a los holandeses dar el siguiente varapalo.

Que no, home, que no, que no me gusta nada el cariz que está tomando este asunto. Al final, ya lo verán, los que pagaremos el pato coyuntural seremos los curritos de a pie, los cuales tendremos que apretarnos el cinturón, ahorrar pa la vacas flacas, bla-bla-bla, ad infinitum.

¿Ý tó pa qué? A ver si alguien consigue explicármelo algún día de modo que lo entienda. Espero que sea antes de que pille el Alzheimer. Es lo que tiene el ser humano: que dura poco.

Saludos desde la frontera.

Brainwasting

Yo, que me paso muchas horas cuidando un cybercafé (antes llamado Instituto de Enseñanza Secundaria), estoy al cabo de la calle en lo que a gilipolleces adolescentes se refiere. Para mí no tienen ningún secreto los cienes y cienes de salas de chat, messengers, webs donde te adivinan el nombre de tu próximo novio (y hasta la fecha de vuestras muertes, llegado el caso), portales llenos de descargas de mal gusto en las que se pueden contemplar desde los accidentes más sangrientos hasta los topetazos más peregrinos... En fin, todo un repertorio de barbaridades que, a poco que uno recapacite siquiera medio minuto, llega a la conclusión de que su único objetivo es precisamente ése: el de captar y absorber la atención de los seres humanos más desvalidos en el terreno emocional.

Prepúberes, púberes y postpúberes, las víctimas fáciles de los lobos mediáticos.

Hace mucho tiempo que las consultoras de mercadotecnia, sobre todo las start-ups de nuevo cuño, comprendieron que el mundo adulto estaba demasiado agobiado, apaleado, y desencantado como para caer entre sus redes. Ya lo decía aquél: somos muy mayorcitos como para creer en duendes. Así que desviaron sus ávidos ojos hacia el sector de la población que, aun careciendo de ingresos económicos, podría ser convertido con facilidad en vampiros chupópteros de sus progenitores, que son los que sueltan la manteca, hasta edades cada vez más avanzadas.

La oferta de ocio y pamplinas es realmente alucinante, sobre todo porque ellos creen (en serio, lo creen de todo corazón) que necesitan poseer toda esa legión de payasadas para ser álguienes dentro de ese mundo tenebroso y perverso en el que se ha convertido la adolescencia de hoy en día. Y los endiosados hechiceros mediáticos (allá atrincherados en sus torres de acero y cristal), se frotan las manos de contento, preparando sus pociones y hechizos para acabar con esos tiernos cerebros que, en su cada vez más inmensa mayoría, ni siquiera van a tener la oportunidad de usar de un modo normal.

Para levantarse contra ellos, por ejemplo.

El casco de la moto te despeina, ¿cómo quieres que me lo ponga?; si no me mandan toques al móvil es que soy un@ apestad@ (también podría ser que sus colegas anduvieran cortos de saldo, pero eso no les entra en la mollera); tengo que beber para que me acepten (sí, la marca de moda, porque no vale cualquiera, que aluego te miran mal); si mi amiga me ha defraudado pues tengo que quitarle el novio, por zorra (esto último no lo entiendo, pero es el último grito en los chats -que están llenos de creativos de tendencias barrigudos haciéndose pasar por adolescentes despechadas-); el acoso a los compañeros no existe, es sólo una cuestión de defensa: nadie puede destacar por encima de la media...

Gilipolleces de un docente agobiado, dirán ustedes... Pues a lo mejor va a ser que sí, responderé yo si no les importa.

El mundo se está volviendo un lugar extraño. Igual cojo, me bajo, y me largo a colonizar Marte de forma unilateral...

Japuta, porque no tiene otro nombre...

Vaya, resulta que vivo en una realidad alternativa, y yo sin enterarme. Los picaítos de la serie Matrix estamos de enhorabuenoa (al menos los andaluces): hemos conseguido introducirnos en el universo virtual y no nos hemos enterao.

Fascinante, que diría Spock (para los no picaítos: el de las orejas grandes de Star Trek).

Resulta que leo esta mañana en la prensa local (medio dormido, sin la dosis de café reglamentaria, después de una noche de perros) que nuestra amada y querida Consejera de Educación dice alegremente que lo de la violencia y el acoso que sufren nuestros alumnos en los centros de secundaria es na más que una exageración de los sindicatos y de los docentes que pertenecen a ellos, que nos quejamos por nada, que no es para tanto, que Andalucía va bien (y España, no te veas), que tenemos O melhor sistema educativo do mondo, que es que nos gusta quejarnos más que a un tonto un lápiz con una goma de Doraemon en la punta...

Por favor, señora (por no decir otra cosa), por favor: un poco de piedad y comiseración con sus trabajadores.

Decir que en los centros de secundaria (no ya de Andalucía, sino de toda España) no existen los episodios de violencia incontrolada y los acosos y abusos a los pocos alumnos que se toman las cosas en serio es como decir que la Tierra no gira alrededor del Sol junto al resto de los planetas. Es, además, una total y absoluta falta de respecto hacia el colectivo de docentes andaluces que últimamente se juega el tipo por el simple hecho de ir a trabajar, trabajo que realiza en unas condiciones casi carcelarias. Si no bastaba la opinión generalizada de que los profesores y maestros nos limitamos a tocarnos la barriga, a cobrar a fin de mes, y a tener los famosos tres meses de vacaciones, encima viene nuestra insigne jefa y nos tacha de mentirosos.

Lo que faltaba.

Bien, no pasa nada, tol mundo es güeno, etc, etc. Fale, yo me alegro, pero, como dirían en mi patria chica: "é usté una japuta con toa las letra".

Nada más y nada menos. Aunque claro, no se lo tome a mal: al fin y al cabo somos unos mentirosos, por lo que la aseveración anterior no es cierta.

Saludos desde la frontera.

Crash

Llego al Instituto. Ocho de la mañana. Saludos a los petardetes a los que les caigo bien, a los conserjes, a los pocos compañeros que a estas horas deambulan por aquí (siendo un lunes tan de madrugada)... Cuando veo la cara de mi Jefa de Estudios sé inmediatamente que ha ocurrido algo. Dejo la maleta en la Sala de Profesores y me dirijo a su despacho. Ni siquiera me hace falta hacer la pregunta.

-Eduardo está en coma -dice-. La cabeza abierta y las piernas rotas por tres o cuatro sitios.

Joder. El tal tiene sólo trece años, es ya un protodelincuente, pero todos consideramos que no es más que otro de los hijos bastardos de las Circunstancias. Ni siquiera pregunto cómo ha sido, por qué, de quién es la culpa... Qué importancia tiene. A estas alturas de la película, lo verdaderamente importante son los resultados, no sus causas. Doy media vuelta y me las piro, las palabras sobran en este tipo de situaciones.

La vida de un chaval, el hilo que la sostiene, está a punto de quebrarse. Es un pibe de barrio, uno más de esas cifras horrendas con las que los telediarios nos bombardean cuando no tienen otra noticia de la que tirar. Sin embargo, allí está en la UCI del Puerta del Mar de Cádiz, luchando por no descender el túnel ese que lleva a un umbral de luz cegadora. Trece años... ¿pueden entenderlo? Sólo trece años y ya está lo bastante harto de este mundo como para beberse la vida a tragos convulsos, como para despreciar las mínimas reglas de autoconservación...

Dicen que se saltaron una señal de STOP, que él iba de paquete (y, por tanto, se ha llevado la peor parte), que... ¿Saben qué? Lo más horrendo es que la noticia no ha parecido afectar demasiado al resto de sus compañeros. Lo he comentado en clase con ellos y se han limitado a decir, más o menos, que "se veía venir, tenía que pasar, si no te arriesgas no disfrutas, se lo tenía merecido..." Los rostros absolutamente vacíos de expresión, como si fuera (que lo es, desgraciadamente) la cosa más natural del mundo.

¿Qué clase de androides sin sentimientos estamos creando?

Que Crom se apiade de su alma. Yo ni siquiera tengo fuerzas para seguir escribiendo.

El delicioso sabor de la nada

Hace tiempo que no escribo nada en la bitácora por varias razones, aunque todas confluyen en un mismo punto: demasiadas cosas que hacer para un día que tiene sólo veinticuatro horas. Es lo malo del ser humano, que tiene que comer, dormir, atender a la familia, responder ante los jefes, darse una ducha, etc. A veces desearía ser un C3PO cualquiera, y desconectarme cuando me saliese de los cataplines, y no cuando en mi cerebro ya empiezan a sonar las alarmas estridentes del aviso de sobrecarga inmediata, que es cuando me desmayo sobre el teclado del ordenador y me despierto porque me he partido la frente contra la tabla de madera que lo sostienene.

Qué vida esta, joder.

Encima, estoy montando un portal de Internet con unos colegas: Atlantea, donde pretendemos montarnos nuestro chiringuito particular para charlar sobre los temas frikis que nos gustan. Me gustaría tener más tiempo, se los juro, pero la mayoría de las necesarias actualizaciones de códigos o de módulos las tengo que hacer entre plato fregado, comida de los niños, bajada al supermercado… A más de un técnico de Microsoft me gustaría ver en mi lugar.

Conste que no me quejo. Lo único que me limito a reseñar es que la palabra STRESS (así, en mayúsculas y en inglés) está tomando un nuevo significado para mí, mucho más cercano. Y a los casi cuarenta que arrastro la citada palabra tiene unos tintes bastante peligrosos y siniestros: prácticamente se materializa en forma de espectro descarnado de esos que salían en las portadas de la desaparecida revista CREEPY, no sé si se acuerdan. La verdad, no me gustaría darle el último adiós a este universo con la mano derecha apretando el hombro izquierdo y un intenso dolor partiéndome en dos el brazo. Ataques al corazón no, gracias.

Por lo cualo, este fin de semana me he dedicado a tocarme la barriga, y los cojones, a dejar pasar estas cuarenta y ocho horas sin hacer absolutamente nada (salvo leer, por fin, la sexta y penúltima entrega de La Torre Oscura, a la cual soy adicto desde hace dieciséis años). Qué bien, coño, qué bien. Parece mentira lo bien que sienta el flojerismo (como diría mi santa madre tirando de su particular diccionario interno), el pasar absolutamente de tareas, citas, y demás glipolleces que nos impone la acelerada vida actual. Y tó pa ná, oigan, pa ná de ná, que se los digo yo.

En fin, que ya ven, incluso me he podido permitir el lujo de pegarle a las teclas. Actualizo un poco el blog (desde ahora con más frecuencia), e incluso trabajo en mi próxima novela. ¿Qué más puedo pedir?

Joé, pues unos tres mil millones de euros. Me retiro a Papeetee y no vuelven a saber nada más de mí.

En eso que saldrían ganando.

Sólo sé que no saben nada

Hace unos minutos, un alumno de segundo de secundaria (unos trece años) me ha preguntado si en Barcelona era la misma hora que aquí, en Cádiz. Yo, pretendiendo estar hablando con un ser humano normal, le he dicho (con clarísima ironía despeñándose de mis palabras) que no, que allí eran diez horas más porque Barna está en el hemisferio sur. Y el chaval va y me da las gracias y le dice al compañero que entonces allá son ahora las doce de la noche.

Yo me quedo muerto, como ustedes pueden entender.

Así que voy y le pregunto: "¿De verdad no sabes dónde está Barcelona?". Él me mira, extrañado, y niega en silencio. Luego me dice que sabe que está en el extranjero, pero que no es capaz de situar en qué continente. El chiquillo es un alumno de los buenos, de los que aprueban todo con nota. Fascinante, en todo caso.

Me tengo para mí que el fracaso escolar ha pasado de los alumnos a los profesores (y, en un sentido más amplio), al mundo adulto en general. El sistema actual nos ata de pìes y manos, pero la verdad es que no hacemos nada por derribarlo, que es lo que se merece. Yo creo que ya está bien de psicopedagogía barata y de buen talante (un concepto que no tiene cabida en la educación, que no es más que dirigir). Estamos creando analfabetos funcionales, gente que sabe leer y escribir pero no se cuestiona nada, ni entiende lo que absorbe por sus ojos y oídos a no ser que esté mascadito.

Aunque, a lo mejor, es que yo trabajo en la trinchera. Es posible que en otros sitios la vida académica transcurra de un modo completamente diferente. Al menos, eso espero.

Saludos desde la Frontera.

Cuenca, reina del motor

Es un tema que me da un poco en la parte sensible, aunque a la mayoría de ustedes seguramente no. Verán, a mis casi cuarenta años reconozco públicamente, sin rasgada de vestiduras, que no sé conducir; lo que es más, no me interesa lo más mínimo aprender tal disciplina, dada mi aversión innata al mundo del motor. Para que conste: lo he intentado en varias ocasiones. Me apunto en la artoscuela (fonética gaditana), pago los leuros pertinentes (antes miles de pesetas), y cojo el librito de marras con un ánimo contagioso e impecable. Me lo estudio, hago los tests... Y ahí comienza el problema: me dicen que pienso demasiado, que por eso saco tantos fallos.

A ver, a ver... ¿quiere esto decir que debo ser un cenutrio para sacarme la carta rosada? Porque las pruebas no lo demuestran así: tengo amigos muy inteligentes que van por las carreteras (y encima respetando las señalizaciones), así que no deber ser eso. Quizá es que exijo, tonto de mí, que las preguntas estén redactadas en un castellano inteligible, o que las fotitos de marras sean medianamente diáfanas, o que... Qué se yo. Hace tiempo que acepté que soy un inútil para esto.

¿Y a qué viene esta pollada?, dirán ustedes, siendo muy dueños de hacerlo.

Pues viene, contesto yo (si no les importa), a que acaba de descubrirse que, curiosamente, todos los famosos, famosillos, y famouselos, obtienen el carné de conducir en la artoscuela San Cristobal de Cuenca, y todos a la primera. Increíble, oigan, qué nivelazo. Ayer me enteré de que una tal Laura Ponte (modelo) se lo sacó sin asistir a una sola clase, y hoy he leído en el periódico que nuestro paisano Kiko, el de Los Caños (ex-alumno por más señas) estaba hoy allí, en Cuenca, para sacarse el carnele de conductor. Como si en Cadi, Cadi, e incluso en la Segunda Aguada, no hubiera artoescuelas suficientes...

En fin, que lo tengo mu claro. El año que viene me presento con mi hermano el Largo (igual lo conocen ustedes por el inefable Calixto) a "La Casa de tu vida", me hago medio conocido por los medios televisivos y seguro que obtengo el carné. Después lo tiraré a la papelera, pero al menos moriré con el placer de no haber sido un renegado social durante toda mi vida.

Saludos desde la Frontera.